Vi esta versión de 'El mercader de Venecia' en el Festival de Olite hace dos años y la impresión no fue buena. Aquel escenario al aire libre es precioso, pero se aleja mucho de ser un lugar agradable para disfrutar de una representación. Las casi tres horas de la función se me hicieron interminables, casi desagradables. El reencuentro en el Victoria Eugenia con esta pieza, en la que ahora hay un reparto con algunos de los actores principales sustituidos, me ha dado la oportunidad de reconciliarme con el montaje de la compañía de Fernando Conde.
Otro gran actor, Carlos Hipólito, al que tendremos la suerte de ver a primeros de marzo en este mismo escenario con 'Todos eran mis hijos', de Arthur Miller, uno de los montajes del año que más promete, dijo que El Victoria Eugenia «es uno de los mejores teatros de España, es maravilloso y posee una acústica estupenda». No sé si la comparación es exagerada o no, pero cuando en el escenario hay actores con voz de teatro y no de televisión, como es el caso de la mayor parte de los que intervienen en 'El mercader de Venecia', se puede decir que el Victoria Eugenia es un balneario para los sentidos.
La producción de la compañía Derek Teatro huye de cualquier tipo de novedad escénica con la que asaltar el complicado reino de Shakespeare. Palabra y actores. Actores que estén al servicio de la palabra. Y que la historia nos atrape. Las historias de amantes, de dinero, de justicia, de religiones. Y sobre todo un personaje: el judío Shylock. El centro de esta magnífica historia, tanto que cuando desaparece, humillado con saña por el autor, todo hay que decirlo, la obra salta de poseer una enorme grandeza a convertirse en un entretenimiento. Pasamos de uno de los monólogos más estremecedores de los muchos y geniales que tiene Shakespeare, a una tontorrona, aunque habitual solución final. Después de escuchar a Shylock decirnos que todos vivimos y sufrimos igual. Después de ver su batalla de crueldad y dolor, el resto es otra cosa. Sobre todo si, además, el trabajo de Fernando Conde está a tan gran altura. Y no es que la producción en conjunto no sea buena, que lo es y también generosa con el espectador. No es que no haya un nivel actoral más que aceptable, que lo hay aunque Marta Hazas se pelee con la musicalidad del texto. No, es que el dúo Shylock-Conde te deja pegado a la butaca.
Fuente
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario